lunes, 8 de octubre de 2007

Nada que demostrar

Me intriga sobremanera la necesidad de algunas personas de probar a los demás el grado de dificultad, miseria y sufrimiento de su existencia. Supongo que me refiero solamente a un estrato social específico, pero de eso no se trata este artículo. Hoy generalizaré porque quiero. Y quiero escribir sobre esa molesta urgencia que a veces se hace evidente en la gente: demostrar a los demás lo difícil que es ser esa persona en el mundo y todo lo que esta insufrible condición implica.

Primero me pregunto, ¿de dónde sale todo esto? Y una razón que me viene a la mente para esta necesidad es la del desahogo. Y es que la principal queja que he escuchado, advirtiendo que mi interlocutor efectivamente tiene algo que demostrar, casi siempre estará relacionada con inconformidad en la carrera o el trabajo. Esto me parece demasiado molesto, pues por lo general se supone que esta persona tomó la decisión de dedicarse a lo que sea que (alega) está atormentando su vida, a tal grado que tiene que enseñarle al mundo cómo ni Dios sería capaz de tolerar lo que él o ella supera día con día.

Tal vez lo más triste de esta actitud es que trae consigo la lenta aceptación de una derrota. No creo/no estoy seguro de haber elegido lo que realmente quiero hacer con mi vida. No pienso cambiar la situación, sólo me aguantaré e impondré mi miseria sobre cualquiera que se me ponga enfrente con tal de demostrar mi "perseverancia".

Otras veces, dicha necesidad surge como una respuesta a un pequeño estímulo. Quisiera dar a este fenómeno el nombre de "Eso no es nada...". Un ejemplo esclarecerá mi punto:

Persona #1: Perdón por llegar tarde, me asaltaron saliendo del trabajo.
Persona con algo que demostrar: Híjole... Pero eso no es nada, la otra vez, me secuestraron y me violaron y me cortaron un dedo y además mis clases son dificilísimas y no duermo y mi papá me golpeaba de chiquito...
Persona #1: Ah, qué mal... ¿ya ordenaron?

Creo que en caso de haber visto su comportamiento reflejado en lo expresado en estas líneas, debería usted recapacitar sobre sus decisiones. A final de cuentas, creo yo, la felicidad puede ser encontrada en amar lo que uno hace. Y verse a sí mismo en alguna de las situaciones mencionadas, más allá de suponer un desahogo, bien podría significar una advertencia del subconsciente. Lo mejor es estar contento con lo que uno hace y no tener nada que demostrar.

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