A fronte praecipitium, a tergo lupi

De nuevo empieza esa etapa de "decisión universitaria". Y aunque ya descubrí mi vocación, compartí el veredicto y fui aceptado en la escuela de mis sueños, me veo obligado a buscar otras opciones. Aparentemente, a Dios, a Chuck Norris o a alguna fuerza superior de un universo paralelo se le ocurrió confabular en contra mía y poner una serie de obstáculos frente a mis narices. Lo expreso así porque los eventos recientes me tienen en una depresión de esas en las que te sientes como el ombligo del mundo... sólo que el mundo, en este caso, es un hombre peludo de setenta años con una panza monumental, pelusa húmeda y costritas de secreciones dudosas pegadas por doquier. No es el peor lugar para estar, pero definitivamente, tampoco el mejor.

Por mi parte, he hecho lo posible por disminuir el impacto de mi decisión (cine) en las personas a quienes más les importo, abrir alternativas de estudio (dada la situación familiar y económica) y reafirmarme a mí mismo que es el séptimo arte lo que quiero que sea mi pan y mi agua, mi sudor y mi sangre, mi voz, mi capa y mi espada... u_u'

Así que espero que estos problemas de índoles tan diversas -y que van más allá de las ya mencionadas- comiencen a resolverse, ya que el domingo la angustia alcanzó alturas inimaginables. Fue una especie de culminación de la oscuridad de la cual he estado tratando de salir desde hace semanas. Por suerte, puedo decir que veo los tenues rayos de luz que logran penetrar a través del denso tejido de pelusas umbilicales y que pronto, muy pronto, escalaré uno de esos gigantescos pelos blancos y tiesos para asomar mi cabeza y verme por encima de todo lo que alguna vez nubló mi camino... volver a respirar y sentirme satisfecho con mis esfuerzos.